Este tampoco es el camino…
Es lo que él se había estado repitiendo las ultimas horas, tras haber estado caminando por las veredas lodosas del bosque, tratando de encontrar el camino de vuelta a casa… decenas de veredas había tratado de seguir para volver… y ninguna de ellas parecía acercarlo siquiera a un lugar que conociera.
Ahora piensa que tal vez nunca debió irse… pero ¿Qué iba a hacer? Ya estaba harto de ese pequeño pueblo, con sus cosas de siempre y su vida de campesinos… el estaba harto de ser el hijo que nunca hace nada y obedece a todo sin poder aspirar a nada mas, estaba harto de la vida de plebeyo, harto de la vida de hijo de panadero, harto de ser… como los demás.
Al menos eso pensaba en la mañana que partió. Ahora que ya había oscurecido, se dio cuenta de que tonto era su plan. No llevaba mucha comida… no sabia adonde ir… y el frío de la noche comenzaba a hacerse un poco mas insoportable de lo que el esperaba, y para colmo, comenzaba a llover… ahora sería casi imposible prender fuego.
Cuando atardeció se sentía molesto, cuando salió la luna comenzó a preocuparse… pero ahora al estar solo con sonidos desconocidos alrededor y sin siquiera una luz para ver el camino, estaba simplemente desamparado… así que solo se acurrucó junto a un árbol y lloró. Lloró lo que parecían horas… sin saber si lo que corría por sus mejillas eran lágrimas o gotas de lluvia, con frío, hambre y miedo…
Hasta que la vio.
¿Qué era? Se movía rápidamente entre los árboles… demasiado grande para ser una luciérnaga… demasiado veloz y errática para ser la linterna de alguien… demasiado bella para ser real. Moviéndose de aquí para allá… yendo y viniendo una y otra vez... deteniéndose unos momentos en algún punto y después volviendo a moverse… esa luz… blanquecina con un toque de azul y rosa… fantástica.
Esa luz le hizo perder el miedo por un momento… casi olvidó la lluvia y el frío… la curiosidad era mas grande que todo eso… así que se levantó despacio y salió de la vereda hacia el lugar de donde venía aquella luz, ignorando el sonido de insectos y aves que venían de entre el caer de la lluvia. Se movía despacio… con miedo a asustar aquella luz y no verla más…
Él vio como la luz se alejó y se acercó un par de veces, entonces se recargó en un árbol, dándose cuenta de que no tardaría mucho en estar cerca de ese lugar… y así podría verla de cerca. No la perdía de vista… cómo se movía y se detenía yendo de un lugar a otro… hasta que comenzó a acercarse de nuevo al lugar donde decidió esperarla.
Estaba muy nervioso al ver como se aproximaba... quería saber como sería de cerca, pero no estaba preparado para lo que vio. Un delicado cuerpo femenino no mas grande que su propia mano venía flotando, sostenido por delicadas alas similares a las de una mariposa, vestida con un ropaje que parecía ser hecho de hojas, no se podía distinguir bien, ya que toda ella brillaba, el color de su piel era este bello resplandor que iluminaba las hojas cerca de ella.
¿Qué hacía? Estaba bailando. Dando graciosas vueltas, piruetas, pasos en el aire… como danzando con una pareja invisible y una melodía inexistente… finalmente se detuvo en un tronco del mismo árbol donde el se había recargado y levantó el rostro para disfrutar la lluvia. Toda la luz se apagó de ella y se dejó ver bien su forma… era al parecer una niña de no mas de 15 años.
-hola
La palabra salió como sin querer. No pudo contenerse, solo necesitaba decir algo… romper el silencio, hacerla saber que él estaba ahí. Ella saltó de sorpresa y susto al ver los inmensos ojos que se fijaban en ella. Soltó un grito que hizo estremecerse a los árboles y cayó sentada sin poder separar su vista de la del muchacho.
-¿Qué haces aquí?
-Mirándote – respondió el – bailas muy bonito.
- Pero… ¿Cómo llegaste? – preguntó imperativa poniéndose en pié – no se supone que debieras estar aquí.
- Me perdí – Respondió – Realmente no se donde estoy, ¿puedes decirme como volver a mi aldea?
- No puedo – dijo ella – si te lo dijera sabrías como venir aquí… ningún hombre puede saber como llegar a este lugar.
- Eres… muy hermosa – dijo él con las mejillas sonrojadas.
- Gracias – Respondió también sonrojada olvidando que él era un extraño.
- ¿Cuál es tu nombre?
- Si te lo dijera… no podrías irte.
- No quiero hacerlo – le dijo.
- Tienes que hacerlo… - respondió con una sonrisa creciente en el rostro - no deberías haber encontrado este lugar, a menos que…
- ¿A menos que que? – Preguntó él, extrañado, viendo como ella sonreía a algo atrás de él.
- A menos que tuvieras que llegar aquí por alguna razón – ella extendió las manos y tomo las de el muchacho… extrañamente cabían dentro de las suyas… cuando él se vio a si mismo, era pequeño, del mismo tamaño que la chica. – Vámonos, te mostraré el lugar.
Él extendió sus nuevas alas y emprendió torpemente el vuelo con ella. Miró por ultima vez hacia atrás para ver su antiguo cuerpo aun acurrucado junto al árbol, pareciera aun protegerse del frío. Sonrió y continuó volando entre los árboles… mientras otras luces se unían a ellos.
Dicen que cuando nos vamos… llegamos a donde debemos ir.
lunes, 14 de enero de 2008
cuando nos vamos.
De la mente de protaro en 1/14/2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 Limosnas:
Felicidades muy buen cuento, al final me dio un escalofrio. justo en la frase del final. Muy bueno.
Muy lindo,me gustó porque hubo un obstáculo superado,el tamaño,por lo que se convierte en un precioso sueño del que no se debe despertar.
esta chido el cuento man me recuerda a la cancion de deftones be quiet and drive , jeje .
"daria mi ojo derecho"
Oye q monitoooo es decir... t deja pensando y mas q eso ;) muy buena combinacion xD
Saluditos dsd aki =*
Sigue asi :D
Hey... justo estoy trabajando en un cuento de hadas -quiero decir: en uno en donde hay hadas-. ¿Casualidad?
No te lo puedo mostrar cuando lo acabe, pues tiene destinatario desde su origen, pero, vamos; dame tu voto de confianza, jejeje.
Salús, señor orizabeño.
Publicar un comentario